Aunque pueda sonar extraño, fitness es un estado que carece de definición precisa. La mayoría de nosotros usamos el término sin saber realmente de lo que estamos hablando. La industria del fitness no ofrece definiciones, ni tampoco la industria médica.
Surge un problema similar cuando uno intenta obtener una definición válida de salud. Durante nuestra preparación para escribir este libro, investigamos extensamente en la literatura científica, incluyendo muchos libros de texto médicos, en busca de una definición. Nos sorprendió descubrir que los términos salud y fitness—continuamente intercambiado entre los campos de la medicina, cuidado de la salud y entrenamiento físico—nunca se les ha dado una definición universal y unánime. Al examinar su libro de texto de la universidad, Bases Patológicas de la Enfermedad, Doug descubrió que aunque este libro no tenía ninguna dificultad a la hora de definir patología, en ninguno de sus apartados presentaba una definición de salud.
EL EQUILIBRIO ENTRE CATABOLISMO Y ANABOLISMO
Como norma general la gente se refiere a salud y a fitness como dos términos asociados. La suposición popular dicta que conforme aumenta el nivel de fitness físico del individuo, el nivel de salud se eleva con él. Desgraciadamente, no existe una relación directa científica entre estas dos condiciones. Ya ve, el cuerpo humano nunca es estático; es un organismo dinámico que mantiene un equilibrio perpetuo entre la rotura (catabolismo) y la génesis (anabolismo). Así es como funciona su sistema de coagulación sanguínea, por ejemplo. Destruye y genera coágulos continuamente, manteniendo un equilibrio entre la viscosidad y la capacidad de coagulación para asegurar un flujo continuo y al mismo tiempo contener cualquier hemorragia que tenga lugar (pero no de forma excesivamente agresiva como para producir obstrucción arterial e infartos). Su equilibrio del pH, gases sanguíneos, niveles de hormonas, electrolitos, niveles de fluidos y demás procesos complejos están en continuo cambio y transformación, y también constituyen procesos catabólicos y anabólicos. La vida, en esencia, depende de este preciso equilibrio entre el estado catabólico y anabólico, y este equilibrio es el que define la salud del organismo.
Brevemente, estos dos estados pueden resumirse así:
Catabólico: Todo lo que desemboca en la descomposición del organismo.
Anabólico: Todo lo que desemboca en el crecimiento y diferenciación del organismo.
Echando la vista atrás, a los días de caza y recolección de nuestra especie, sabemos que hubo largos períodos en los que el hambre suponía una verdadera amenaza. Durante aquella época, predominaba el estado catabólico. A pesar de sus obvios efectos negativos, estudios acerca de la restricción calórica y la duración de la vida han revelado que durante dichos estados catabólicos, tiene lugar la mayor parte de la reparación del ADN. La conclusión es que el estado catabólico es un componente necesario de la salud, no algo que deba ser evitado. Sabiendo esto, debemos incluir los procesos anabólicos y catabólicos en cualquier definición de salud que creemos. La salud implica un estado libre de enfermedad, y por tanto la definición debe reconocer también este componente. Así pues, dada la carencia de una definición operativa por parte del mundo del fitness y de la medicina, ofrecemos cautelosamente la siguiente:
Salud: Un estado fisiológico en el cual existe una ausencia de enfermedad o patología y que mantiene el equilibrio biológico necesario entre los estados anabólico y catabólico.
La habilidad del cuerpo para mantener este equilibrio entre los estados catabólico y anabólico se manifiesta como la habilidad de realizar ajustes adaptativos, lo cual permite su supervivencia. Cada día su cuerpo debe enfrentarse a numerosos desafíos, como puedan ser la exposición a los elementos del clima, la acción muscular o la presencia de agentes patógenos. Si no se adapta satisfactoriamente a estos desafíos, no está preparado para sobrevivir. Puede decirse que el fitness (aptitud biológica) es la habilidad del organismo para resistir, recuperarse de, y adaptarse a las amenazas ambientales en forma de agentes productores de estrés que actúan sobre el organismo. O, establecido de otra manera:
Fitness: El estado corporal de ser fisiológicamente capaz de manejar los desafíos que se encuentran por encima de un reposado umbral de actividad.
¿QUÉ ES EJERCICIO?
Para entender por completo la relación entre ejercicio, acondicionamiento físico y salud, es necesario conocer con precisión qué es el ejercicio, en oposición a la simple actividad física. La diferencia más importante es que el ejercicio es una actividad con el propósito de estimular al organismo a producir una adaptación positiva en cuanto a su nivel de acondicionamiento físico y salud. La actividad física en general, aunque otorga la posibilidad de producir ciertas adaptaciones en el acondicionamiento físico y la salud , desgraciadamente también puede minarlas . Por lo tanto, avanzamos la siguiente definición de ejercicio basándonos en hechos conocidos:
Ejercicio: Una actividad específica que estimula una adaptación fisiológica positiva que sirve para mejorar el acondicionamiento físico y la salud, y no reduce esta última característica durante el proceso de mejora de la primera.
Popularmente, se tiende a asumir que miles de actividades, desde caminar y correr hasta la calistenia, entrenamiento con peso y yoga, son ejercicio. Sin embargo, muchas de ellas no son calificadas como tal por nuestra definición, bien porque resultan ineficaces para estimular las adaptaciones mecánicas y metabólicas necesarias para beneficiar el fitness de nuestro cuerpo (y, en consecuencia, su salud), bien porque su realización continuada trae consigo una reducción de la salud corporal.
Es por esta última razón por lo que debemos excluir actividades como el footing o la carrera del concepto de ejercicio. Esta determinación puede ser molesta para algunos, en particular para aquellos que practican estas actividades, pero la dura realidad es que aquellos que optan por la carrera como modalidad de ejercicio están corriendo un grave riesgo. Los estudios documentan que una media del 60 por ciento de los corredores se lesionan al año, una lesión cada cien horas de práctica de esta actividad1.
El daño causado por la carrera se suele manifestar tras un período de quince a veinte años practicando la actividad, por ejemplo cuando los corredores que empezaron al inicio de su adultez alcanzan la edad de cuarenta o cincuenta años y descubren que ya no son capaces de subir un tramo de escaleras sin que les duelan los tobillos; o experimentan una dificultad en elevar los brazos por encima del nivel de su cabeza debido a los osteofitos (espuelas de hueso) que se han formado en la articulación del hombro; o que ya no pueden girar o doblar el tronco debido al dolor crónico en la región lumbar de la espalda. Estos condicionantes son progresivos, no inmediatos, y son consecuencia de actividades y niveles de actividad inapropiados que son crónicamente catabólicos y se realizan con excesiva frecuencia como para permitir la acción del estado anabólico.
Incluso las actividades consideradas “suaves” pueden volverse problemáticas por esta misma razón. Por ejemplo, las miles de rotaciones de las articulaciones del hombro y el codo que tienen lugar a lo largo de toda una carrera tenística recreativa pueden conducir a una osteoartritis, a pesar de que el peso de una raqueta de tenis empleada sea reducido. Cualquier actividad que sea altamente repetitiva tiene consecuencias derivadas de su ejecución normal que más tarde o más temprano se imponen a la habilidad del organismo de recuperarse y repararse. Si estos tipos de actividad se realizan con frecuencia (muchas veces a la semana), suelen manifestarse antes.
SALUD Y FITNESS— ¿CUÁL ES SU RELACIÓN?
Cuando acudimos a la literatura científica, nos encontramos no sólo con la carencia de definiciones para el fitness y la salud, sino también, lo cual resulta más sorprendente todavía, con una mínima (en el mejor de los casos) correlación entre ejercicio y salud.
Mucha gente piensa que los atletas están sanos porque están en forma. Sin embargo, si echa un vistazo a todo el deporte profesional en general, y si analiza las estadísticas y los perfiles de salud de estos atletas, descubrirá que, aunque sus niveles de fitness son supranormales, los medios que han empleado para lograr este nivel de fitness pueden minar su salud. La mayoría de los atletas que compiten a nivel mundial no logran ese nivel de rendimiento de clase mundial con un método que mejore su salud, y esto se debe a que, simple y llanamente, no es posible. Ello sucede en particular si el deporte en cuestión persigue un nivel de rendimiento físico que no forma parte, necesariamente, del transfondo evolutivo natural de nuestra especie.
Un ejemplo clásico es la historia de Euchidas, que ha llegado a nosotros gracias al afamado historiador griego Plutarco (46 d.C.—120 d.C.). Tras una victoria griega sobre los persas en la batalla de Platea en 479 a.C., Euchidas corrió hasta Delfos y volvió:
…Euchidas de Platea, quien prometió traer fuego tan rápido como fuera posible, prosiguió hasta Delfos. Allí purificó su cuerpo, y tras haber sido rociado con agua sagrada y coronado con laurel, tomó el fuego del altar, inició una carrera de vuelta a Platea y llegó allí al atardecer, habiendo recorrido una distancia de ciento veinticinco millas en un día. Abrazó a los ciudadanos jóvenes, les pasó el fuego, cayó rendido, y tras unos instantes murió.
Y aquí les presento la leyenda a menudo narrada de un contemporáneo de Euchidas, otro corredor de larga distancia llamado Filípides, recogida en primera instancia por el historiador griego Herodoto (484 a.C.—425 a.C.), y transmitida a las futuras generaciones por historiadores romanos tales como Luciano de Samosata (125 d.C.—después de 180 d.C.). De acuerdo a la leyenda, un corredor griego de nombre Filípides recorrió más de 145 millas (desde Atenas hasta Esparta) en apenas veinticuatro horas, lo cual supuso una demostración de atletismo de súper-resistencia. Filípides acrecentó su hazaña al recorrer veintiséis millas más desde Maratón a Atenas para anunciar la victoria griega. Cuando alcanzó Atenas, proclamó (dependiendo de a qué historiador antiguo acuda) bien “¡Nike!” (“¡Victoria!”), bien “¡Regocijaos! ¡Hemos vencido!” Sin importar cuál de las dos frases dijera, su destino fue el mismo que el de Euchidas: Filípides cayó al suelo—muerto.
No sorprende en demasía que la salud que un atleta se deterioraría gravemente debido a una actividad tal. De acuerdo a los registros de Herodoto, en aquella primera carrera desde Atenas hasta Esparta Filípides completó el equivalente a 5 ultramaratones seguidos, en total más de doscientos kilómetros.
Todavía resulta más incomprensible que, en vez de rechazar la idea de correr esas distancias debido a los problemas para la salud que acarreaban, la gente eleve monumentos en memoria de Filípides organizando “maratones” e incluso la carrera Espartatlón Internacional, que supuestamente obliga a sus participantes a recorrer la misma ruta de 147,2 millas desde Atenas hasta Esparta. A nadie le choca el hecho de que algunos extremistas modernos en el campo del fitness han corrido la misma suerte que su contrapartida griega (como el autor y gurú de la carrera Jim Fixx) o sufrieron toda clase de dolencias que no son compatibles con la salud y supervivencia a largo plazo. La literatura científica está repleta de datos que permiten afirmar con la convicción suficiente que los corredores de larga distancia son mucho más propensos a desarrollar enfermedades cardiovasculares, fibrilación atrial, cáncer, desórdenes hepáticos y de la vesícula biliar, daño muscular, disfunción renal (anormalidades renales), microtrombosis aguda en el sistema vascular, daño cerebral, degeneración espinal y cánceres de células germinales que sus colegas menos activos.
Inconscientes de la relación anabolismo/catabolismo o que la persecución del fitness puede derivar en innegables consecuencias negativas para la salud, la mayoría de la gente sigue asociando fitness (o ejercicio) con salud. En lugar de entender la salud como un delicado equilibrio de procesos opuestos aunque interrelacionados, piensan que es algo que se manifiesta a lo largo de un amplio continuo que nunca termina. Asumen que están aumentando grados de “mejor” salud, en lugar de representarse la salud como la ausencia de enfermedad. En realidad, el fitness y la salud no están extrínsecamente relacionados; conforme uno de ellos se eleva, el otro no necesariamente asciende con él.
Con una modalidad de ejercicio correcto, la salud y el fitness pueden ir de la mano, al menos hasta cierto punto. Sin embargo, realizar una actividad física simple puede generar una situación fisiológica en la que los niveles de fitness se eleven, pero la salud se vea mermada. Ello es consecuencia de intentar llevar un nivel específico de adaptación metabólica para el fitness que dé como resultado un desequilibrio entre los estados catabólico y anabólico.
Nosotros evolucionamos como un organismo que para adquirir energía debe consumir energía. Los métodos para adquirir comida y refugio para sobrevivir exigían trabajo. Se requería un nivel mínimo de actividad, con niveles intermitentes de acción muscular e intensidad elevados. Se adoptaba un equilibrio entre el estado catabólico, subproducto de la acción necesaria para mantenernos, y el estado anabólico de ser capaces de descansar y recuperar la energía requerida para obtener los nutrientes que sirvan de combustible para las actividades implicadas en nuestra supervivencia.
Avanzando en el tiempo hasta nuestra situación actual, en vez de escasez de comida hay abundancia de ésta, y la tecnología ahorra-labores nos evita tener que gastar mucha energía en obtener el alimento. Como resultado, aparece un compromiso para nuestra salud que es exactamente el opuesto al problema al que se enfrentan los atletas de resistencia; esto es, hoy en día una gran parte de la población ejerce una actividad física de intensidad tan reducida que el catabolismo no tiene lugar en grado significativo. No se activa ningún mecanismo que conduzca a una adaptación fisiológica paraa la salud o el fitness.
Se ha asumido que la actividad física per se es responsable de la mejora en la salud, pero esta suposición es defectuosa en su propia base. Tales beneficios en la “salud”, si tienen lugar, son sólo resultado de que los niveles de actividad actual son tan reducidos en comparación con el cianotipo del ADN de nuestra especie que incluso un ligero incremento en la actividad produce alguna mejora. Elevar el esfuerzo muscular desde un estado casi sedentario a un nivel ligeramente más cercano al que el ADN de nuestra especie ha codificado a lo largo de decenas de miles de años (y que ha cambiado significativamente en los últimos cuarenta-cincuenta años) no es, en modo alguno, una ruta óptima en pos de la salud.
La gente que cree que hay una relación constante y lineal entre fitness y salud se parece a una persona que decide medir los niveles de agua mientras está de pie en una playa. Toma la primera medida en marea baja. Cuando ve que la marea cambia, toma otra medida y percibe que la marea se ha elevado cinco pies en veinte minutos. Lo comprueba de nuevo y descubre que ahora se ha elevado quince pies en treinta minutos. Con estos argumentos, concluye que en dos semanas el continente entero estará sumergido.
Esta es la naturaleza del error que cometemos cuando observamos que un incremento en los niveles de actividad se acompaña de un ligero recorrido ascendente en cuanto a la mejora de salud. La salud mejorará—pero sólo mientras se eleve siguiendo una línea maestra fisiológica normal. Una cosa que enseguida destaca al estudiar la literatura científica que concierne a los grupos demasiado activos como los atletas de resistencia extrema es que, en su objetivo de subir más y más escalones de dominio en su campo impulsando su nivel de actividad física hasta su límite, es perfectamente posible (y probable) que los métodos que suelen emplear en sus entrenamientos, combinados con los rigores de las largas temporadas de competición, den como resultado un serio compromiso para su salud y reduzcan su esperanza de vida.
La buena noticia es que la ciencia hoy en día tiene una mejor comprensión de cómo se adapta y recupera el organismo humano. Junto a esa comprensión surge el conocimiento de que es posible participar de una forma de ejercicio que produce niveles supranormales de fitness sin comprometer la salud y que, en muchos casos, sirve para mejorar la salud. El conocimiento científico se ha obtenido a través de un análisis, comprensión y aplicación racionales, basados en las variables de volumen (cantidad de ejercicio), intensidad (esfuerzo y energía empleados) y frecuencia (cada cuánto se realiza la actividad). Cuando se aplican a un programa de ejercicios, estos descubrimientos pueden suponer el logro de niveles de función supranormales, en cuanto al fitness, y que a la vez maximizan la salud para que alcance su pico natural.
LA BÚSQUEDA DE LA LONGEVIDAD
Conforme envejecemos, es natural desear llegar a ser más viejos todavía. En este afán, asociamos vida con salud, y salud con fitness. Así, parece natural preguntarse qué ejercicios, qué suplementos nutricionales e incluso qué fármacos están disponibles para ayudarnos en nuestra meta de vivir más tiempo. Hay que admitir que la longevidad, al igual que el fitness, no está necesariamente asociada a la salud. Puede estarlo, pero lo que es importante recordar es que la salud, al final, está ligada al ADN—la molécula auto-replicable que da forma a nuestros cuerpos. El propósito del cuerpo, desde el punto de vista del ADN, es solamente funcionar como vehículo para transportarlo hacia el futuro.
En la época de caza y recolección de nuestros antepasados, la salud era importante en la medida en que nos permitía sobrevivir, ya que lo que nos afectaba la mayor parte del tiempo eran factores ambientales como la enfermedad, los depredadores, los partos y los traumas. Estos eventos ocurrían sin importar el nivel de fitness. Sólo a través del uso del intelecto humano y de la tecnología la longevidad se convirtió en un asunto a tener en cuenta, y tuvo la oportunidad de compartir trayectoria con la salud.
Al empezar a vivir más tiempo, se desarrollaron nuevos problemas, ya que nos encontrábamos en circunstancias que no habían sido abordadas por la evolución. Se manifestaron una serie de problemas como resultado de las elevadas densidades de población. Al vivir juntos en ciudades y estar próximos a muchas otras personas, las plagas se extendían con mayor rapidez y facilidad. La invención de las alcantarillas mejoró en gran medida la longevidad de la especie, ya que mantienen relación directa con la administración de residuos y con las enfermedades. La invención del metro y de otras formas de transporte público mejoró aún más la situación, al permitir a la gente vivir en un ambiente más disperso, mitigando así el riesgo de contagio. Por tanto, la principal fuente de mejora en la expectativa de vida de nuestra especie al final del siglo XX no fueron los avances médicos; fueron los avances tecnológicos que transformaron nuestro ambiente para que se asemejara más a nuestro pasado evolutivo.
No fue, en resumen, una “fuente de juventud”, o una droga, o un ejercicio, o un suplemento que mejorase significativamente la tasa de mortalidad de nuestra especie. La fórmula secreta se reduce a mantener una distancia que evite las enfermedades contagiosas; combinada con la tecnología ahorra-esfuerzo y otros avances, permitió una súbita elevación de nuestra esperanza de vida a lo largo del siglo pasado. Hasta cierto punto, ha habido avances en la medicina, pero en lo relativo a la esperanza de vida, estos avances palidecen frente a los avances en la ingeniería. Esos avances mejoraron nuestra expectativa de vida mucho más de lo que la medicina jamás sería capaz. Y, como hemos visto, pretender correr una maratón o ponerse exageradamente en forma tampoco es la respuesta.
MIRAR AL PASADO
Es común que la gente recuerde un período de sus vidas, normalmente alrededor de los dieciocho años, en el que eran más activos y esta característica coincidía también con su máximo de fitness y salud, y en consecuencia crea que “algo” que hicieron fue lo que produjo una elevación en el nivel de fitness, salud y bienestar. Es una asociación que perciben como causal, pero que no es el caso en absoluto. Se olvidan de que en esos momentos, se volvían más fuertes cada año (hasta aproximadamente los veinticinco años) como consecuencia de un proceso natural de crecimiento corporal.
En un futuro no muy lejano, puede que nos encontremos en una tesitura en la que el campo de la habilidad funcional se aplique no solamente a la gente de setenta u ochenta años, sino a gente que viva hasta alcanzar ¡120, incluso 150 años! Si esto sucede, entonces querremos disfrutar del fitness y de la salud durante un período de tiempo superior al actual. Esto último no ocurrirá, y la calidad de vida se verá mermada, a menos que aprendamos a incorporar un tipo de ejercicio que produzca las adaptaciones deseables sin los estragos de la edad observables en los métodos de ejercicio más generalizados. En definitiva, necesitamos realizar un esfuerzo conjunto para aprender a distinguir entre el fitness y la salud y debemos cambiar nuestro enfoque, pasar de <<cuánto ejercicio podemos soportar>> a <<cuál es la cantidad mínima precisa que requerimos para extraer del ejercicio las propiedades positivas para el fitness>>, lo cual mejoraría las posibilidades de que nuestra especie incremente su salud y su longevidad.
Fuente: McGouff D, Little J. The Body by Science Question and Answer Book. USA: Northern River Productions, Inc; 2009.